Los
residentes de Hispanoamérica a veces estaban
divididos, y a veces fascinados, por la etnicidad.
A pesar de que la gente distinguía y explicaba
las diferencias entre ellos de diferentes maneras,
también utilizaba la cultura visual para definir,
o a menudo reprimir, estas distinciones.
La
idea de “etnicidad” es, por supuesto,
reciente. Ens Hispanoamérica, el linaje sanguíneo
era uno de los criterios más importantes para
distinguir a la gente. Los retratos de los ricos,
ya fuesen españoles, criollos o de la elite
de los nativos, iban acompañados de información
genealógica que se emplazaba junto al retrato
mismo. La gente en Hispanoamérica también
se suscribía a un modelo jerárquico
de la sociedad, con diferentes castas que tenían
un rango determinado dentro de un sistema ordenado.
Más allá de esto, al menos en teoría,
los individuos también estaban divididos en
dos “repúblicas”, una española
y la otra indígena. En realidad, a pesar de
todo, el orden social nunca se conformó a estas
categorías ordenadas.
A
los nueve meses de la llegada de los conquistadores
nacieron los primeros mestizos, hijos e hijas de esos
extranjeros con mujeres nativas. En las décadas
que siguieron se produjeron más niños
mestizos a través de casamientos, uniones informales,
encuentros casuales y violaciones. También
nacieron niños que procedían de linaje
sólo europeo y otros que procedían de
linajes asiáticos y africanos. Pero si observamos
las cantidades, y no la riqueza ni el estatus, los
nativos eran la clase más dominante, seguida
de los mestizos. La palabra mestizo solía tener
una connotación negativa en el Virreinato.
En el siglo XVII, un diccionario español definía
mestizo como una mezcla entre diferentes especies
de animales. Eso implicaba que el mestizaje era un
desafío al orden natural, y más si los
españoles definían la sangre “pura”
o “noble” como buena y consideraban indeseable
su disolución o pérdida de pureza al
mezclarse.
A
pesar de que el significado de la palabra “mestizo”
no se ha mantenido estable con el paso de los años,
como sugiere este mural chicano del s. XX, a lo largo
del período colonial las elites de Hispanoamérica,
ya fuesen los españoles o los criollos, llamaban
mestizos a quienes eran descendientes de españoles
e indígenas, y consideraban a esas personas
como miembros de una sociedad que a pesar de llenar
las calles y las plazas de los pueblos, desafiaba
los conceptos ideales del orden social. En el s. XX,
en particular después de la revolución
mexicana, la palabra mestizo empezó a adquirir
significados positivos; al fin y al cabo, la mayoría
de Latinoamérica estápoblada por mestizos.
Las palabras “mestizo” y “mestizaje”
comparten la misma raíz, y por tanto también
una historia muy similar, a pesar de que el mestizaje
es lo que aquí nos concierne. Este extendido
fenómeno de gran amalgama étnica y cultural
creada no sólo por los españoles y la
gente nativa, sino también por generaciones
de inmigrantes y por la interacción social
en Hispanoamérica, aún perdura hoy en
día.
Como
consecuencia, el mestizaje del siglo XXI no sólo
incluye a gente descendiente de europeos e indígenas,
sino también a los nacidos en África
y sus hijos nacidos en las Américas. A partir
del siglo XV, los africanos y los afroamericanos se
convirtieron en miembros integrales de la sociedad
hispanoamericana, ya fuese como hombres libres o como
esclavos. En el s. XVII ya se podían encontrar
en casi todas las regiones de la colonia. A medida
que la población de las ciudades creció,
las gentes de diferentes orígenes étnicos
empezaron a vivir congregadas y sus intercambios,
sexuales y sociales, estaban creando una sociedad
nueva y dinámica. Las plazas públicas,
los parques y los mercados se convirtieron en lugares
para todo tipo de interacción social y económica.
A
pesar de que la gente en Hispanoamérica nunca
haya utilizado la palabra “mestizaje”
para describir sus propios edificios y objetos, ésta
nos da un marco interpretativo interesante como marco
de los potentes y continuos intercambios entre la
gente de etnicidades diferentes, que fueron de tumultuosos
a irrelevantes. Como el poder social y político
de la persona estaba ligado a la identidad étnica,
si examinamos el mestizaje debemos también
hacer un análisis de las relaciones de poder.
Para ilustrar cómo dejaron su huella estas
interacciones, o cómo fueron modeladas a su
vez por la cultura visual, esta sección se
centra en el papel de las diferencias étnicas
en la producción y el uso de objetos, imágenes
y espacios físicos. Las imágenes que
ilustran explícitamente las mezclas en la población,
o las figuras históricas que crearon a los
primeros mestizos de las Américas, como Hernán
Cortés y Doña Marina, son importantes
para la evaluación del mestizaje, pero dichas
pinturas y dibujos no son el único lugar en
donde la cultura visual se enfrenta con las diferencias
étnicas.
De
hecho, observar la cultura visual a través
del marco del mestizaje nos
permite a los espectadores del siglo XXI ver cosas
sobre Hispanoamérica que muchas veces quedaron
implícitas, o simplemente no comentadas, en
el pasado. Este zemi taíno es un ejemplo de
ello. La composición material de este zemi,
hecho de fibras autóctonas del Caribe, de cristal
veneciano y de cuerno de rinoceronte africano, sólo
puede ser el resultado de una interacción entre
los mercaderes de Europa y de África, los conquistadores
españoles y los habitantes taínos del
Caribe. Pese a que es poco probable que la persona
indígena que hizo esta obra extraordinaria
la hiciese pensando en cuestiones de mestizaje, la
experiencia del intercambio cultural entre las gentes
de diferentes grupos étnicos quedó plasmada
en este objeto. Hoy en día el mestizaje ocupa
un lugar central en las historias del siglo XXI sobre
el pasado colonial. Las conexiones entre África,
Europa y las Américas materializadas en este
objeto son las conexiones que le proporcionan a la
historia de Latinoamérica sus narrativas únicas.
Esta
desavenencia, en la que la gente en el pasado trató
la información genealógica y la interacción
étnica de maneras muy distintas a hoy en día,
es fundamental en Vistas. Es cierto que el
significado y el uso de objetos en
el pasado le proporcionan a la cultura visual un conjunto
importante de significados, pero no un conjunto único.
Las narrativas y las modas modernas, como puede ser
el desarrollo de los estudios étnicos desde
los años sesenta, le dan forma a las preguntas
de hoy en día. Asimismo, también lo
hace el deseo de entender las prácticas históricas
asociadas con la terminología moderna de “raza”
y “clase”. Por ejemplo, las pinturas de
casta, de las que esta imagen es un detalle, forman
parte de un género independiente dentro de
las pinturas del siglo XVIII que describen las mezclas
étnicas en Hispanoamérica. Pese a que
los retratos de casta han sido estudiados recientemente
en libros y exhibiciones, éstos habían
sido casi invisibles a los ojos de las historias del
arte en Hispanoamérica escritas antes de los
años sesenta, y se sabe muy poco de lo que
los espectadores del siglo XVIII pensaban de ellas.
Como intérpretes del siglo XXI, estamos limitados
por los contextos coloniales y por los lugares, a
la vez que estamos sujetos a las consideraciones del
presente. Esta tensión es parte de la consideración
que aborda esta sección.
En
muchos casos, este tipo de consideración aporta
resultados sustanciales. La preocupación de
los espectadores del pasado con el mestizaje es evidente
en esta pintura de Cuzco, que retrata la boda del
siglo XVI entre una princesa inka, o ñusta,
y un conquistador español, y después
la boda de su hija mestiza con otro grande de España.
Notablemente, la mestiza en el extremo derecho de
la pintura ha perdido ya los indicadores físicos
de identidad indígena. Su piel es pálida,
su postura y su ropa son de estilo europeo. A través
del lenguaje visual, esta pintura implica que el rito
religioso de la boda crea un linaje mestizo en el
que la asimilación es imperceptible. Esta lección
debe haber sido instructiva, o esperanzadora, para
los mecenas originales del cuadro, pero para los espectadores
del siglo XXI que piensen sobre la dinámica
de poder implícita en el mestizaje, esta escena
crea muchas otras preguntas. Por ejemplo, ¿qué
poderes políticos y físicos fueron necesarios
para crear una sociedad en la que una boda de este
tipo pudiera tener lugar? Y también, ¿qué
significa el hecho de que un cuadro plasme la experiencia
cotidiana de dicho poder, que los participantes en
la boda deben haber sentido profundamente?
En
el campo de la arquitectura, la interacción
entre la gente de diferentes
etnicidades estaba claramente marcada por prácticas
que se traducían en
términos físicos o materiales. Por ejemplo,
se piensa que los conventos son
retiros para las mujeres que se dedican a enriquecer
su vida espiritual, pero
éstos a su vez estaban marcados con jerarquías
étnicas y con intercambios.
Muchos de los conventos tenían celdas más
pequeñas para las sirvientas
mestizas o mulatas que servían a las monjas
criollas, que vivían en celdas
más amplias. Algunos conventos eran sólo
para las mestizas de buena familia pero con relativa
falta de recursos, cosa que quedaba reflejada en el
tamaño y la importancia arquitectónica,
lo cual reforzaba la presencia de esas jerarquías
étnicas para todos los habitantes de la ciudad.
En los monasterios, los murales de la parte inferior
del claustro normalmente iban dirigidos a los estudiantes
indígenas que allí asistían,
mientras que los murales de los pisos más elevados
eran utilizados para la contemplación por parte
de los frailes europeos o criollos.
La
arquitectura, al igual que otras formas de cultura
visual, creó y reforzó las
distinciones étnicas. La reconciliación
con el mestizaje muchas veces significa
mirar “bajo la superficie” o “más
allá” de las características físicas
obvias de
un objeto o lugar. Esta torre se erigió hace
unos quinientos años en una pequeña
comunidad nahua en la Nueva España. El estilo
del Rollo, con arcos de ojiva y
un plano octogonal, nos transporta a los modelos de
arquitectura islámica. Sin
embargo, la torre existió sólo gracias
a las intensas negociaciones entre la gente
de diferentes grupos étnicos y al trabajo de
la gente nativa, que nunca había
conocido a un arquitecto islámico. De este
modo, a través de la lente del mestizaje le
podemos dar a este edificio una lectura de los aspectos
visibles e invisibles del intercambio étnico
en el mundo colonial. Con esto se demuestra cómo
la relación entre el mestizaje y la cultura
visual supone una manera compleja y reveladora de
reconciliarse con el pasado.
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